Tan guachito, tan hermoso, tan boludito, tan perfectamente hombrecito, tan pistoludo, tan simpático, tan cojible, tan culiable, tan guachito, tan “gueeenito”, tan… tantas cosas podría decir de él pero sería como demasiado. Lo único que les puedo decir es que desde el día que nos vimos por primera vez nos conectamos desde el alma y el corazón, pero todavía insisto en que nos conectemos “cuerpo a cuerpo, piel con piel”…
No importa como se llame, ni la edad que tenga. A ustedes les pienso contar otros detalles de mis aventuras con éste personaje.
Nos conocimos hace ya un año, cuando llegué por primera vez a éste cabaret. Allí estaba él en la consola de sonido uniendo cables de las nuevas luces que yo habia pedido para mi show. Porque además de pasar buena música él era gauchito para todo, o casi todo!
Siempre silbando un tema que ni él sabe cuál es ni como se llama, siempre hablando a los gritos y haciendo bromas a todo el mundo, hiperquinético,…bueno, tan buenoooo!
Yo analizaba la propuesta monetaria que me hacían cuando se acercó y me dice al oído:
- Guachita aceptá lo que sea que si te parece poco yo por vos “pongo el resto”!
- Ay pero que vás a poner vos?
- Ésta te voy a poner en ese culo hermooooso que tenés! (Llevándose su mano derecha directamente a su bragueta, el atrevido!)
En ese momento supe que nos ibamos a llevar muy bién. Me imaginé millones de cosas. Creo que hasta me ví casada con ese pendejo asqueroso y con 7 hijos! Yendo de casa al cabaret como si fuéramos a la misma oficina. Pero luego pensé que si trabajabamos en el mismo lugar yo debo hacer caso a ese viejo dicho que dice “Donde se come no se c…”, y no mezclar trabajo con placer. Delirantes pensamientos en apenas segundos invadieron mi cabeza soñadora, como siempre que sufro un acercamiento de “éste tipo”. Un ataque “re Susanita”!
No sé si fue por el muchachito o por mi necesidad de trabajo que finalmente acepté lo que me iban a pagar y al otro día ya estaba compartiendo tiempo y espacio con él.
Si al lugar le hacía falta alguien con toda la onda, con toda la alegría y la energía eso era él. Imparable. Siempre pilas! Agotador! En su mundo con los auriculares puestos y bailando sus selecciones musicales e impostando su voz para ser mi mejor partenaire como locutor. Así lo ví practicando esa primer noche y me acerqué a la cabina para explicarle exactamente lo que tenía que hacer y como debería presentarme.
Mientras se rascaba un huevo con una mano y se comía un moco con la otra, (además de lindo era perfectamente cochino, pero para mi era la reencarnación de Bradd Pitt pero en negrito y menos hombre.) me miraba atentamente las tetas, pero yo sabía que me estaba prestando atención porque haber logrado quitarle los cosos esos de las orejas y que se quedara quieto ya era todo un gran logro para mi.
Yo di mis directivas y de pronto él me dio unas interesantes sugerencias más que divertidas, y de pronto confirmaba aquello que ya había pensado el primer día que lo conocí. Con éste chico yo me iba a llevar muy bien.
Con el transcurrir de los días fuimos improvisando y creando maravillas y logramos armar sin darnos cuenta una dupla perfecta. Para todos la Tía y su sobrino preferido, para mi el amor de mis sueños.
Me di cuenta que me enamoraba de su poca costumbre por bañarse, de sus ojos grises, de sus pestañas, de sus ordinarieses, de los mocos que se comía, de sus rascadas de huevos, de sus brazos gruesos, de su colita parada, de su pelo grasoso, de sus deditos, y de eso que siempre prometía y que aun no podía comprobar que tamaño tenía.
Cada noche me llevaba de regalo un “Pico Dulce” y me recibía con las cariñosas palabras de siempre que resonaban en mi corazón como si vinieran del más dulce de los seres celestiales jamás imaginado.
- Hola viejo puto pura teta! Hoy te doy!
Y yo todos los días esperaba “que me diera” al menos un abrazo, pero nada, lo único que me daba era la alegría de su presencia y todas las veces que pasaba cerca de mi cuerpo me tocaba el 99 por ciento, o sea, el culo.
Y mano va mano viene, palabra va palabra viene fuimos viviendo juntos una noche tras otra cómplices de muchas locuras y de planes macabros que concretamos con mucho éxito. Como aquella noche en que se le ocurrió cagarle el show a una de las bailarinas solo por el gusto de verla enojada y gritando como loca. Eso a él lo exitaba mucho. (Tenía una tremenda habilidad para hacerte enojar y de lograr con dulzura que te desenojaras con él a los pocos segundos)
Volviendo a lo de la bailarina recuerdo que esa noche la sala explotaba de hombres alborotados y esperaban ansiosos la salida de Perla, así se hacía llamar allí dentro. Perla salía vestida de Gitana bailando un tema fuerte muy españolado para luego quitarse toda la ropa con otra música más lenta y sensual. El hijo de puta se lo enganchó con un tema de “Los pibes chorros” justo en el momento en que Perla tenía la bombachita a la altura de la rodilla y los tipos se bañaban en baba. Imaginen la cara de la bailarina mirando hacia la cabina y el hijo de puta con cara de nada bailaba con los auriculares puestos, como siempre! Tardó 10 segundos en volver al tema correspondiente pero para esa altura la chica gritaba y rompía todo en los camarines. No sé porqué razón yo desde ahí atrás observando lo que pasaba estaba segura de que no había sido solo un accidente. Ése era él y eso era lo más inocente que se le podía ocurrir en la mitad de una exitosa noche. Muchas veces lo defendí y evité que fuera suspendido solo porque muchos de esos planes los tramábamos juntos.
Cuando tomó la costumbre de hacerme las mismas bromas a mi lo amenacé con ponerlo en bolas en el medio del escenario atado al caño y se la iba a chupar en vivo!
Y así fue, llegó el día de la venganza!
Esa noche cumplía años y como era costumbre en los cumpleaños una de las bailarinas hacía un super show caliente de alto voltaje erótico al agasajado, como así también para las despedidas de solteros.
Esa noche nuestra víctima sería la que bailaba con los auriculares puestos y nos gritaba porquerias desde la cabina de control. El pequeño roedor pensó que ninguno de sus compañeros de trabajo sabíamos que cumplía años, pero como buena que soy para las averiguaciones e investigaciones privadas logré llegar a unas planillas donde constaba día, mes y año de nacimiento de mi dulce “amor imposible”. Para mi sorpresa, sumando y restando llegué al resultado obvio. Yo era mucho mayor que él para ser su futura esposa y madre de sus 7 hijos.
Armé cuidadosamente mi plan de venganza y en complicidad con todos mis compañeros de trabajo esperamos el momento justo para meter de improviso a un DJ que habíamos traído de otro lugar para que ocupara el lugar cuando lo sacáramos al pendejo con los patovicas de allí adentro.
La noche se había puesto caliente y en camarines esperábamos nuestro ataque. Cuando en mi segunda salida convocaba a los agasajados de la noche mirando de reojo hacia el segundo piso veo como dos morochos grandotes sacaban pataleando a mi inocente víctima de la cabina. Y en pocos minutos estaba atado de pies y manos al caño del escenario fiel al estilo de la casa.
- Como soy tu Tía predilecta y como sos mi sobrino más bueno, esta noche el Show caliente será dedicado a vos papito porque nos enteramos de que estás cumpliendo añitos.
- Por favor no me desnuden. Me banco a la bailarina pero que no me desnude tiíta de mi corazón. (Entre otras tantas plegarias que improvisaba temblando como una hoja)
- Una tía no sería capaz de hacerle pasar un mal momento a un sobrino y menos en un lugar como éste.
Por un momento se relajó pensando que la bailarina del Show caliente sería la misma de siempre, ésa que el soñaba con tener sobre su cuerpo y a la que piropeaba incansablemente tanto como a mi. No le hacía asco a nada! Un verdadero degenerado!
Me acerqué desprendiéndole su camisa y le dije:
- Recordás a la responsable de éste momento todas las noches?
- Si claro, la Jise! (convencido)- Si, la Jise. Bueno, la Jise no vino. No haz tenido mejor suerte esta noche! Tengo a una morocha tetona a la que vos siempre le pellizcás el culo y le ofrecés tu maní, ella te hará el show caliente.
- Por favor tía, pero que no me desnude.
- Jamás, nunca hicimos eso en este lugar, no creo que se atreva, salvo que se tiente y no quieras verla.
Fue en ese entonces que le tapé los ojos con una cinta negra y dí la orden de que comenzara la música. Mientras mi muchachito transpiraba a mares y su cuerpito se iba poniendo jugoso y gustoso tanto como yo me lo había imaginado.
Si no fuera por el perfume que usaba siempre y el perfectamente conocía, no se hubiera dado cuenta que la bailarina en cuestión que lo estaba desnudando era yo.
- Por favor tía, los calzoncillos nooooo!!! Gemía.
- Tranquilo papito, ya se fueron todos, estamos solos!
Si tuviera que describirles la situación con todos sus condimentos no sé si podría. Solo puedo decirles que mi mayor desconcentración en tan excitante acto fue verle ese boxer blanco con dibujitos del coyote y el correcaminos, fiel a su estilo. Sus medias de fútbol largas hasta casi las rodillas, y sus piernitas peluditas todas tembleques! Dignos de carcajadas y comentarios varios en la sala.

Llegaba el gran momento, finalmente yo entraría con mi mano a ese calzón ridículo para comprobar que todo eso que venía prometiendo hace un año podía superar lo que yo también escondía entre mis piernas!
Las putitas en el tercer piso dejaban de hacer lo que estaban haciendo para festejar a los gritos. Otras se olvidaban de las copas que hacían en el segundo piso y las bailarinas desde los camarines sacaban fotos y filmaban cada detalle. Los patovicas atentos a los costados por si nuestra víctima escapaba. Pero ya era tarde, ya estaba entregadísimo y resignado.
Solo escuchaba:
- Tía por favor, tía por favor!.
Pero hice oídos sordos.
Las palabras de siempre para el público que gritaba y aplaudía como nunca. Hoy tal vez alguien se ganará las seis botellas de champán. Porque si en el juego de la tía se te erecta el pitito, la casa te regala seis botellas de champán.
A mi no me importaba si esa cosa que él decía se paraba o no, solo quería comprobar que tan de verdad era!
Fue difícil salir de mi asombro, pero juro que mis dedos no se juntaron nunca cuando rodeé con mi mano el pistolón del DJ.
Oh my good! Era verdad! Lo tenía ante mis propios ojos, muertito pero radiante y enorme, sin ningún pelo a su alrededor (Tal vez un ataque de metrosexual o un ataque de ladillas…ponele!)
Convencida al fin de lo que tanto alardeaba el DJ de mis sueños decidí que no lo iba a mostrar y convencer a todos allí adentro de que no valía la pena! Que semejante miniatura era una picardía fotografiar. Así que le perdoné la vida justo antes de que el verdugo bajara el hacha sobre su cuello. Me acerqué a su oído todavía con mis manos agarrado su cosa y le dije:
- Yo no lo muestro, no te dejo en bolas, pero me vas a tener que mostrar que tanto se para ésta cosa en un lugar más privado.
- Sí Tía, como usted guste. Sus deseos son órdenes para mi.
(Bañado en transpiración me miró como ternero degollado y me prometió cumplir con lo que le había pedido)
Y así fue, solo un susto para él. Y una dulce venganza para todos. Los de la sala solo pudieron disfrutar de su colita blanca y paradita, y yo con mi mano de eso que por cuestiones de seguridad y de buen gusto evité mostrar para darme el lujo de verla con detalles en otro momento. Y a ver si todavía los hombres de la sala indignados de semejante trozo se nos iban ofendidos, y todavía estábamos a mitad de la noche.
El pequeño roedor volvió a su cabina con el orgullo y su dignidad más rotos que sanos y la música volvió a su estado de siempre porque convengamos que nuestro reemplazante no se lució mucho que digamos en ese momento que pudo ser su gloria.
Hubo torta, velitas, deseos, champán y un desentonado feliz cumpleaños, pero como en familia.
Terminada la jornada el siguiente plan era apuntar para algún after, pero como señora mayor que soy traté de escapar antes de que me convenzan, Además en verano el sol sale mas temprano y a esa hora yo no puedo andar mostrándome cuál bicho canasta cagado a escobazos.
Saludé a la barra, saludé a mi “Patovica de Pelotero”, tomé mi matecito amargo con el oficial de la garita de la esquina y pedí mi taxi.
Mientras iba respondiendo las preguntas de siempre que me hacen todos los taxistas camino a casa, recibí un mensajito a mi celular. Respiré hondo, pensé antes de escribir la respuesta, apreté “send” y que sea lo que Dios quiera!
Eran las siete de la mañana, yo ya no era “mujer”, apenas quedaban algunos rastros de maquillaje y purpurina en mi pelo, cansado como siempre, pero ésta vez rogaba que el sueño no me venza, me puse a esprimir unas naranjas y a ordenar toda mi casa. Cuando estaba prendiendo aquel zahumerio alguien se quedó pegado con el dedo en el timbre y despertó a todo el vecindario.
Ahí estaba él, con una botella de champan en la mano y tocando el timbre con la otra. Menos radiante que de costumbre, pero lindo como siempre. Lo invité a pasar y mientras el terminaba su champan yo escuchaba sus penas tomando mi naranja recién esprimida.
- Las mujeres son todas iguales Tía. Solo quieren guita. Quieren joda!
Y en esa parte donde trataba de encontrar las mejores palabras para que no se me deprimiera en el día de su cumpleaños él ya dormía apoyado en el respaldo del sillón.
Traté de despertarlo, le ofrecí una ducha que no quiso y lo invité a acostarse en la única cama de dos plazas que hay en mi casa. O sea la mia.
8 de la mañana yo acostaba a mi amor imposible, borracho, en mi cama. Le quité sus mocasines, su pantalón, volví a reirme de sus calzoncillos con los dibujitos del correcaminos y el coyote, le saqué su camisa, prendí el ventilador. Puse una palangana cerca por las dudas sucedía lo que yo no quería. Cerré las ventanas y bajé las persianas para que pareciera de noche. Volví a respirar hondo, me senté en la cama mirando al techo y disfruté de sus ronquiditos. Al menos dos horas observé sus largas pestañas, su piel blanca y suave, sus piernas peludas, y sobre todo imaginé aquella cosa que había tenido en mis manos y que al final no alcancé a ver parada. Cuando estaba imaginándomelo desnudo acariciando suavemente mi cuerpo un pedo muy fuerte saliendo de su culito parado me desconcentró. Y finalmente me dí cuenta de que era hora de dormir y esperar la suerte de tener un despertar mucho mejor del que ustedes se están imaginando. Pero si sucedió o no, eso, no se los pienso contar.
Al otro día nos volvimos a encontrar a la misma hora y en el mismo lugar pero no oía sus gritos y tampoco bromeaba como siempre, me regaló un chocolate en vez de un pico dulce, y la selección musical espantosa que siempre hacía, de pronto era perfecta y modernosa. Menos jocoso que de costumbre, relajadísimo, ni siquiera silbaba ese pedorro tema que ni él sabía cuál era, tampoco me gritaba porquerías, con un año más de pronto me dí cuenta que perdió viejas costumbres, o tal vez había madurado? Se vino más bañado que nunca, nunca se comió un moco delante mío, ni señalo nada con su mano que una tía no quisiera chupar, digo tocar, digo mirar!
Algo bueno parece que le pasó en el día de su cumpleaños, pero yo, juro que no tengo nada que ver, y si es por “aquello”, no pienso hacerme cargo!
HISTORIAS DE CABARET- con LA TIA
Autor: MARTIN A. BELLIER
No hay comentarios:
Publicar un comentario